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VIERNES, 12-SEPTIEMBRE-2008

El lucio, un depredador odiado y querido en los ríos leoneses

Los cursos bajos de Órbigo y Esla, sobre todo, mantienen aún importantes poblaciones del pez.

FirmaP. Vizcay LugarLeón

Hace una treintena de años el lucio era prácticamente desconocido en León. Los cursos fluviales de la provincia albergaban una importante población de truchas cuyo principal enemigo era por aquel entonces, además del furtivismo, el hongo de la saprolegnia que favorecido por la incipiente contaminación de las aguas diezmaba las poblaciones de grandes truchas especialmente en la época de freza. Este hongo, que corroía la piel de las pintonas, aparecía formando enormes manchas blanquecinas que, en la mayoría de los casos, provocaban la muerte del pez y en otros le debilitaban extraordinariamente. En unos pocos años la mortandad redujo considerablemente las poblaciones trucheras del Órbigo, Porma y Esla, sobre todo en sus cotos mas emblemáticos que eran también los que mas salmónidos albergaban.

Con la sorprendente aparición de los lucios en los cursos bajos del Esla y del Órbigo llovía sobre mojado y muchos pescadores se temieron lo peor. La duda estaba en si iban a ser capaces de remontar en las aguas bravas y hasta donde. En pocos años la densidad de lucios en el bajo Esla, entre Valencia de Don Juan y Palanquinos, y en el Órbigo entre Santa Marina y el Puente Paulón, fue tan brutal que acabó primero con la bermejuela, luego con las bogas y más tarde con las truchas. Tal sólo algunos peces de fondo, como barbos, gobios y tencas, parecían resistir a duras penas las embestidas del lucio. Pero no terminó ahí la colonización. Las tablas tranquilas y pobladas de vegetación subacuática del curso medio del Esla eran un buen habitat para el tiburón de río. Villómar, Quintana y hasta el mismo Gradefes se vieron colonizados. La tensión subió de tono cuando aparecieron en el coto de Garaño, por encima del embalse de Selgas de Ordás. ¿Cómo habían superado el muro de la presa? Los más emblemáticos cotos trucheros de León, como Santa Marina, Sardonedo, Marne o El Condado ya albergaban al peligroso inquilino que proliferaba de forma paralela a la desaparición de ciprínidos y salmónidos.

Pesca eléctrica

Ante la alarmante proliferación y por aquello de «a grandes males grandes remedios», la administración recurrió a la pesca eléctrica. Los cientos de kilos que salieron de tramos como Rioseco de Tapia permitieron comprobar la auténtica dimensión del problema. A esas alturas conseguir pescando a caña diez o doce ejemplares, alguno de los cuales superaba los seis o siete kilos, en una sola jornada era bastante sencillo para los escasos aficionados que se habían especializado en su pesca. Las tiendas comenzaron a ofrecer los peces de vinilo, los rapalas o las cucharillas especiales con cuerpo de plomo y lana roja. Los cables acerados o los bajos trenzados eran imprescindibles para que, los afilados dientes del depredador no rompiesen el sedal. La presión sobre el pez junto con la autodepredación a falta de otros peces consiguió lo que la administración no había logrado: controlar las poblaciones de lucios. Su remontada se vio frenada por los desembales brutales que lograron hacerle retroceder en el Esla. El problema, sin embargo, no estaba resuelto de forma definitiva.

Pero llegaron los pescadores y la afición por la pesca del voraz depredador fue creciendo. La captura de grandes ejemplares comenzó a cautivar a muchos aficionados apasionados por la arrancada y el ataque fulgurante del pez. Su interés deportivo no coincidía, sin embargo, con su interés gastronómico, a pesar de que bien cocinado puede resultar un excelente plato. En todo caso y en aquellos primeros años, nade soltaba un lucio vivo, siendo frecuente encontrar ejemplares colgados en las ramas de las orillas del río. Durante algunos años también fue considerado especie invasora con lo que estaba prohibido devolverlo con vida. La actual normativa, sin embargo, ya no lo considera así. Bien es verdad que carece de cupo y de limitación de talla, pero no está en la lista de especies exóticas como la lucioperca, percasol, pez gato, alburno y siluro que si deben ser sacrificadas de forma inmediata.

La situación actual dista mucho de aquellos tiempos. Prácticamente desaparecido en el Esla de Villómar para arriba, sí que se mantiene en el Porma, incluso en el coto de Marne, en opinión de expertos un paraíso para pescar el lucio. Mantiene poblaciones estables en el bajo Esla y en bajo Órbigo y puede encontrarse algún ejemplar por encima de Veguellina. También en el Tuerto en su desembocadura abundan los lucios, si bien de menor tamaño. Finalizada la temporada truchera serán muchos los aficionados que buscarán el lucio en estas zonas donde todavía conserva presencia activa.


Fuente: www.diariodeleon.com · © El Diario de León, S.A.

Origen: http://www.diariodeleon.es/se_deportes/imprimir_noticia.jsp?CAT=105&TEXTO=7134249


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